2009- Libro Taller Roca-Sardin

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ENTREVISTA A HORACIO SARDIN POR MIGUEL ANGEL ROCA / año 2009

MAR: ¿Cuando te empezó a interesar la arquitectura?
HS: Siempre me gusto mucho dibujar. Pero mi interés por la arquitectura lo puedo rastrear desde aproximadamente los diez años. A esa edad un día encontré un cuaderno abandonado por mi madre donde había anotado solo un par de recetas. A mi me gusto el cuaderno por su importante cantidad de hojas cuadriculadas y estaba encuadernado con un contac que lo hacía indestructible. A partir de ese día se convirtió en un fiel compañero de mi infancia donde plasmaba con mucha dedicación una serie de dibujos de ciudades imaginarias y los proyectos que se irían a construir en cada una de ellas. Fue allí cuando empecé a mirar mucha arquitectura construida, desde obras de Le Corbusier, hasta torres de oficinas que iba recortando de revistas y pegando en ese mismo cuaderno.

MAR: ¿Cómo viviste tu paso por la facultad en ese momento de gran apertura y renovación?
HS: Yo entré en 1984, al mismo tiempo que recomenzaba la democracia en nuestro país. Fue un momento de gloria para nuestra facultad con un clima de gran efervescencia. Con la llegada de los mejores profesores, renacía la libertad de expresión, el debate y también la alegría de salir de tantos años oscurantismo y represión. Era muy estimulante ser parte de esa renovación, de ese nuevo capítulo del país.
Al año siguiente empiezo diseño uno en tu taller y este fue un gran paso. Descubrir a partir de tus teóricas que para ser un buen arquitecto se debía ser un hombre de la cultura. Siempre leí mucho, tuve la suerte que en casa había libros en todos los cuartos. Pero es a partir de mi paso por el taller que me lancé apasionadamente al descubrimiento de múltiples lecturas.

MAR: ¿Cómo fueron tus primeros años luego de terminar la carrera?
HS: Terminados los estudios, pude ver ante mí el peor de los panoramas, el de un país en total estado de crisis. Luego descubrí que la Argentina vive en crisis permanente. Si uno decide quedarse y no emigrar a tierras más prósperas, hay que adoptar alguna estrategia de supervivencia.
Entonces se veían dos caminos posibles a seguir. El primero, consistía en alejarme de la arquitectura o conformarme con los pequeños encargos. El otro camino, el adoptado, consistía en sacar provecho del vacío de actividad y pasar a la acción. Investigar, estudiar, entregarme a la pasión por el arte y la literatura. Esta fue una etapa de pleno descubriendo de artistas y pensadores, así como también de fortalecimiento del espíritu crítico y de reconocimiento de las propias potencialidades con el desarrollo de ideas.

MAR: Recuerdo una muestra que hiciste en la Sociedad Central de Arquitectos, donde mostrabas una serie de textos y dibujos, toda una propuesta sobre la ciudad y la arquitectura. ¿Toda esta experimentación te ha servido en tu trabajo como arquitecto?
HS: Desarrollé una serie de trabajos experimentales, imaginando diferentes modos de habitar. Al tiempo, pude contar con una postura y generar ciertos conceptos que han enriquecido mis procesos creativos, tanto en el arte como en la arquitectura.
Gracias a todo esto, cuando la economía se distiende y aparecen algunas oportunidades de obras y concursos, pude contar con un marco teórico. Una postura ideológica propia, a verificar tanto en la teoría como en las obras construidas.

MAR: ¿A quienes considerás tus guías?
HS: Tuve la oportunidad de contar con dos maestros que han marcado mi trayectoria.
Vos fuiste uno, que durante mi etapa de formación, me transmitiste tu pasión por el hacer ciudad, así como una visión de la arquitectura mas amplia, abierta a otros saberes y enfoques. Me contagiaste el amor por la docencia, al mismo tiempo que me introdujiste en una serie de lecturas que fueron fundamentales.
Por otro lado, Roberto Frangella, me transmitió que es posible un vínculo más estrecho entre arte, arquitectura y poesía. El es portador de toda una ideología sobre la profesión, una concepción humanista de la arquitectura y de la vida. Plantea una vocación de servicio también para los pobladores de bajos recursos, para los excluidos del sistema. Con el compartimos proyectos de arquitectura e intervenciones artísticas donde siempre el contenido social esta presente.
Es increíble que en ese mismo año de 1985, comencé a ser tu alumno y colaboré en un concurso por primera vez con Roberto y ahora soy socio tuyo en la Cátedra y con Roberto socio en el estudio. Estoy convencido cada día más que las afinidades se dan por el espíritu y la visión de las cosas, que por una cuestión generacional.

MAR: ¿Cuáles han sido los libros que más te han iluminado tu camino?
HS: Borges decía “soy más los libros que leí que los libros que escribí”. Creo que uno se va construyendo ideológicamente con el paso por los libros. Cuando era adolescente me apasioné por las obras de Ray Bradbury. Mas tarde y creo que me han aportado mucho a la visión de las cosas Marcuse, Buber, Lefebvre y Galeano. Pero es Toureau quien me ha marcado definitivamente, tanto en su desobediencia civil, como en su huida de la civilización. De literatura la lista sería interminable, pero son Italo Calvino, Alejo Carpentier y J. L. Ortiz de quienes leí las obras más memorables.

MAR: Como todos saben soy un viajero incansable, pero hay uno de los viajes que compartimos que fue una experiencia fantástica. Tenemos que hacer otro viaje…
HS: Cuando estuvimos un enero recorriendo gran parte de Brasil no sólo nos divertimos mucho y conocimos mucho, sino que además se fueron sucediendo una serie de charlas inolvidables, una tras de otra, de arquitectura y de múltiples temas. Miguel, planeemos otro.

MAR: ¿Cómo fueron esos viajes de mochilero con los que recorriste Latinoamérica?
HS: Como sabes a mí siempre me intereso conocer antes que nada Latinoamérica. Esa fue casi una obsesión. Esos múltiples viajes, año tras año, fueron formativos, de descubrimiento de una realidad de tierra adentro que muchos no conocen por viajar sólo a lugares turísticos. Estos viajes iniciativos, son el andamiaje fundamental para la construcción de una visión del mundo. Creo esencial conocer de cerca las diferentes culturas americanas, sus tradiciones y sus expresiones artísticas, pero también su cruda realidad, atacada por la pobreza extrema entre otros males, para no estar alienados como profesionales de los procesos socioculturales de nuestra región.

MAR: ¿A la hora de proyectar, que es lo que más te interesa?
HS: Mi obsesión es el logro de una arquitectura hacedora de paisaje, que se convierta en puente entre la ciudad y la naturaleza, acrecentando al mayor grado posible la cosmicidad del habitar urbano. Reinventar los paisajes urbanos de nuestras ciudades y revalorizar nuestros múltiples paisajes naturales para hacer las paces con la naturaleza.
Considero fundamental la importancia de la experimentación y el ejercicio. Concebir la arquitectura coma práctica artística, abierta a otros saberes y enfoques. Solo la exploración de caminos alternativos, aun no recorridos, nos llevara a arribar a la generación de nuevas ideas.

MAR: Nosotros dos junto a otros socios hemos formado grupos de trabajo años atrás, realizamos una obra y algunos concursos. ¿Cómo ves el tema de los equipos de trabajo?
HS: Recuerdo esos años de crecimiento intenso donde inclusive compartimos un estudio. Como sabes, siempre me intereso el trabajo en equipo. Muchas veces los arquitectos nos parecemos a los músicos de jazz, que se juntan a improvisar, intercambiando experiencias y luego siguen su camino. Tuve muchos socios, con los cuales mantengo una buena amistad con los cuales hicimos concursos o alguna obra. Hoy día estoy con Valeria del Puerto, mi socia de siempre. También hacemos grupo de trabajo con Roberto Frangella y Barbara Berson, sumando distintas generaciones, pero en una gran armonía.

MAR: Recuerdo en tu época de estudiante siempre fuiste un alumno entusiasta. ¿Por qué entraste en el taller y porque permaneciste siempre en él?
HS: Entre en el taller porque el año anterior a mi ingreso, fui a investigar una mañana la dinámica de trabajo y quedé fascinado con el clima de libertad que se respiraba. Siempre fue el tema central para mí, además de todos los otros, incluyendo las monumentales teóricas.

MAR: ¿Crees que la libertad es esencial en la formación del arquitecto?
HS: Ernesto Rogers pensaba que la libertad y la creatividad no son condiciones que se poseen por nacimiento, son valores potenciales que, a través de los años, se conquistan o se pierden para siempre. El sistema tradicional de enseñanza suprime la capacidad creadora, genera individuos conformistas y no sujetos libres, creativos y originales. Así como en las vestimentas, los alimentos, los libros y las ideas que defendemos caen en estereotipos, en la arquitectura pasa lo mismo. Debemos mantener nuestra mente abierta a formular nuevas preguntas, a descubrir problemas donde los demás encuentran respuestas tranquilizadoras. Ser capaces de generar juicios propios e independientes.
Para acrecentar la creatividad hay que mejorar el clima psicológico, reducir la ansiedad, respetando las potencialidades que cada uno posee. Fomentar el rendimiento y la productividad sin sacrificar por ello la creatividad y la originalidad. Para esto es necesario enriquecer los procesos.
Henry Thoreau escribió que “si un hombre no marcha a igual paso que sus compañeros, puede que eso se deba a que escuche un tambor diferente”.

MAR: Te conozco desde hace muchos años y veo en vos una gran pasión por la docencia, es algo que nos une muy fuertemente en este camino. ¿De donde crees que viene esta pasión?
HS: A partir de mi paso por el taller surge esa pasión que vos me transmitiste no solo a mí, sino a todos y cada uno de los docentes que componen nuestro equipo. Creo que es tu actitud frente al taller y de cómo se debe hacer docencia lo que nos has contagiado, es una especie de virus del que uno no espera curarse. Ser docente es una vocación, una llamada. Hace poco leí un artículo de Mario Sztajnszrajber, donde comentaba que la docencia es una de las formas de amistad. Nietzsche pensaba que la amistad es un don, ya que no debe regirse por la ley de reciprocidad. En la amistad no se gana, sino que se rompe con la lógica del éxito, con la racionalidad de la ganancia. Dar es una forma de combatir el individualismo, ese mismo individualismo que hoy día encontramos exacerbado, como uno de los peores males que aquejan a nuestra sociedad. En definitiva este amor por la docencia es una especie de resistencia ante la crisis espiritual en que vivimos.

MAR: ¿Qué mensaje te gustaría dejarles a tus estudiantes?
HS: Ir a contracorriente. No ser un instrumento acrítico y eficiente del mercado, para no perpetuar el atroz estado de las cosas. No hacer que lo establecido luzca atractivo. Creo que esta es la obligación ética del arquitecto.
Creo que el mejor mensaje que se puede brindar a los estudiantes es que aprendan a juzgar por ellos mismos para aspirar a la independencia de pensamiento. Desconfiar de todos, de los críticos e historiadores, de los docentes y también de los padres.